martes, 23 de octubre de 2007

Roma, nuestra ya cittá eterna


Sintiéndolo mucho chicos (Ales y Luis Mi), las Supernenas no nos íbamos a quedar atrás con nuestra entrada triunfal de Erasmus. Así que permitidnos que califiquemos vuestras aventuras iniciales como simples nimiedades. Que no suene a competición, pero leed y juzgad.


Nuestra aventura de Erasmus comienza en el momento en que, todavía en Madrid, nos comunican que nuestro piso en Roma va a ser una mansión de siete habitaciones 'piu vicina' a la famosísima Pizza di Spagna. Sin haber pisado la ciudad, nos sentimos las reinas romanas. Pero no sabíamos la jugarreta que el destino nos tenía preparada.

Llegamos al aeropuerto de Fiumicino con una hora de retraso y en un ademán de caridad cristiana, ayudamos a una pobre y pequeña monjita a recoger las maletas. Éramos tan felices... pobres ingenuas... Por si fuera poco, a las tres reinas las iba a recoger un, dejémoslo en cortés, italiano llamado Paolo. Ya con las maletas en mano cruzamos el umbral y ahí estaba él con cartelito y todo. Subimos nuestras pertenencias a su flamante monovolumen, no sin dificultades -ya que las pertenencias de las reinas nos suelen ser escasas y nosotras éramos tres- y nos dirijimos a nuestra 'encantadora' residencia. Como nuestro italiano brillaba por su ausencia, el tal Paolo hablabla y hablaba y nosotras no entendíamos nada, pero decíamos a todo que "sí", que "va benne"... como tres imbéciles, hasta que la 'conversación' alcanzó un punto de inflexión cuando oímos la fatídica frase de: "Vuestros compañeros de piso son muy simpáticos y os van a ayudar a subir las maletas". Cris, que estaba sentada en el lado del copiloto, se volvió hacia atrás como diciendo "¿Habéis oído lo mismo que yo?". Sí, lo habíamos oído.

A partir de ahí ni sonrisas, ni "sí, sí" ni "va benne" sino..."¿qué coño dice éste?". Alucinadas, intentamos que nos diera una explicación al más puro estilo 'itañolo-atarzanao'. Le espetábamos... "ma la casa non é per noi tre SOLO?". El tío flipaba y nosotras empezábamos a conocer nuestro barrio, que tenía más de Bronx que de Ciudad Eterna. Arribamos, aparcamos y subimos... Cuando abrió la puerta, vimos a un especimen un tanto peculiar, parecido a un hobbit pero en versión andaluza, que se estaba haciendo una tortilla con un chandal roñoso en una cocina más roñosa aún. Nos enseñaron la casa y nuestros respectivos cuartos y en un ataque de pánico colectivo decidimos que lo mejor para nuestra salud mental era bajar a la calle y fumarnos un piti. Hicimos un intento de cena en un restaurante cercano que ya estaba cerrando y después nos sentamos en la 'fermata' del autobús, donde hicimos LA FOTO DE ROMA. Nuestras caras, creemos, lo dicen todo.


Entonces recordamos que algo de bueno tenía la 'casa': Wi-fi, así que decidimos subir y ponernos a buscar CASA como locas. Porque hay que dejar claro que, a parte de que era una mierda y teníamos que compartirla con cuatro individuos bastante raros, nuestra universidad estaba a hora y media en transporte público (Carlos, eres nuestro ídolo). Nada que ver, por tanto, con Piazza di Spagna. Pero es que para más INRI, pagábamos 500 euros cada una, con lo cual de 'chollo' tampoco tenía nada. Sí, nos habían timado. Lo mejor de todo, es que el hombre que nos había vendido la moto tenía en su poder 4.500 euros nuestros de fianza y nosotras no teníamos ningún tipo de resguardo de aquello. Comprenderéis que nuestra situación era, como poco, 'jodida': estábamos en el país de los caraduras inmobiliarios, de los mayores fanfarrones, de la MAFIA, no sabíamos hablar italiano, nuestras clases empezaban en una semana y no teníamos en nuestro poder, precisamente, una Visa Oro.

El caso es que esa noche Belén y Cristina se quedaron dormidas con la ropa puesta encima del colchón, la primera, como un feto encogidita y la segunda, como Eminem con la capucha puesta y sin cambiar de posición en toda la noche (como dice Belén "tía, yo te miraba y no sabía si estabas boca arriba o boca abajo). Teresa, con un claro episodio insomne, pasó su primera noche en Roma pegada al ordenador buscando durante horas y horas apartamentos e información acerca del metro.

A la mañana siguiente, oliendo a rosas y nardos (por el bien de la comunidad no levantábamos el 'alerón', que no estábamos para perder tiempo con duchitas) nos echamos a la calle con el 'PortaPortesse' en mano. Ése fue el comienzo de la desesperada búsqueda de nuestro hogar. Casualidades del destino, y hasta los cojones del transporte público romano, optamos por coger un taxi por la zona del monumento a Vittorio Emmanuele. Tan desesperadas estábamos que al taxista lo licenciamos en psicología. Le contamos nuestras penas ya que era el "unico uomo buono che noi conoscemo" (todo esto, diciéndoselo con cara de corderitos degollados) y ése fue el comienzo de una bonita amistad, ya que nos ayudó en los traslados posteriores, nos llevó de cañas con sus amigos y, se convirtió en nuestro primer amigo de Roma. Stefano, te queremos. Esa noche volvimos a la Montagnola, es decir, al Bronx, cogimos nuestros bártulos, y salimos pitanto para, esperamos, no volver nunca más. Nuestro destino era un hotelito cercano al Vaticano que todo lo que tenía de pequeño, lo tenía también de acogedor y de sajador.

El resto de los días los pasamos 'pateándonos' Roma. De hecho, es posible que en esa semana andásemos más que si hubiésemos hecho el Camino de Santiago. Visitamos varias casas, a cada cual, peor. Antros subterráneos, casas sin un sólo mueble, habitaciones del pánico... y precios desorbitados. Por si fuera poco, nadie quería alquilarnos por ser estudiantes y porque el contrato era sólo para nueve meses. Los días pasaban, las tarjetas de crédito temblaban y nosotras seguíamos sin casa y casi sin ánimos, aunque hay que decir, que nos lo tomamos con bastante filosofía y humor. Coñas y anecdotas, por tanto, para dar y tomar.

Destacar el momento en el que abordamos a un pobre francés en la puerta de su casa (bueno, eso de pobre... relativo, no le importó mucho que se le metieran tres tías hasta su habitación). Pero ojo, no fue un ataque de lujuria, sino pura desesperación. El piso de abajo estaba en alquiler pero la inmobiliaria no nos dejaba verlo hasta tres días después. Demasiado tiempo para nuestros ánimos y carteras (hay que aclarar que el piso era, a priori, un pisazo). Así que nos dijimos "si está encima del nuestro, tendrá que ser igual ¿no?". Al abordaje, pues. Quedamos maravilladas. Aquel era EL piso. Aunque luego resultó que el nuestro no tenía nada que ver. Por tanto, uno más en la interminable lista de descartes. Eso sí, el tío se quedó con nuestro móvil.


Lo que no sabíamos es que nuestro ya hogar, lo habíamos pisado durante los primeros días. La que ahora es nuestra casa, fue la segunda opción que ojeamos (después de la Casa de la Nona, coña que ya expliaremos en futuras entradas). La cuestión es que, para variar, era, es, muy cara. Muy, pero que muy cara. Era necesaria una cuarta pringada. Precisamente hoy, que ha entrado una francesa, Madeleine (no os precupéis que no tiene tres años), escribimos esta entrada porque es cuando oficialmente damos por comenzada la temporada Erasmus. La buena vida no ha hecho más que empezar. Nos quedan por delante muchos meses de salidas, fiestas, clases ininteligibles, cursos de italiano, viajes y demás, pero lo que está claro es que nunca olvidaremos nuestros comienzos. Nunca olvidaremos de dónde venimos. Como dice Jennifer Lopez, "I´m still, I´m still supernena from the Montagnola-block"...no matter where I go, I know where I come from: THE BRONX"

¡Hasta la siguiente!, o lo que es lo mismo, A doppo!

Ciao belli!!!!!!!!!!!!!!!!!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Joer, la verdad es que puede que nos hayáis superado claramente (aunque el pobre Luismi, que fue el que tuvo que quedarse en Barcelona, a lo mejor no opina lo mismo). Vaya liote. Me alegro de que ya lo hayáis solucionado todo. ¡Ahora empieza lo bueno!

Bueno, por si acaso esto al final se convierte en una competición de ver quién hace la entrada más impactante, quiero que sepais que no dudaré en poner el vídeo de Luismi corriendo en pelotas por la calle. Así que, si queréis igualarlo, ya sabéis lo que tenéis que hacer... jaja.

Por cierto, si al final compráis la furgoneta y nosotros no conseguimos una, sabed que os odiaré eternamente.

Besos,

Ales

Carlos dijo...

Madre mía. Empiezo a pensar que es algo ritualístico que los Erasmus españoles pasen por odiseas antes de asentarse. En fin, pensad esto: todo lo que no os mata os hace más fuertes. Creo que, con esta última experiencia, la teniente O'neill está a la altura de Hello Kitty comparada con vosotras.

Buen artículo, chicas, y os deseo que no lo paséis tan mal de ahora en adelante.

Ciao, bellas.

Enrico dijo...

Eso es lo que se dice tener una entrada triunfal, sin nada que envidiar a las de Luismi, Ales y como no Carlos. Esta claro que los italianos se lo tienen muy subido y necesitan saber lo que es el buen hacer español asi que durante vuestra estancian podreis dar clases magistrales y dejar el pabellon español, como dirian en Paquito, como Dios manda.

Un saludo a las tenaces supernenas
Ciao bellas

Kike