jueves, 24 de abril de 2008

Los puntos sobre las íes

Pues nada. Que he estado releyendo la última entrada que escribí y, aunque el blog ya está bastante muerto, me veo en la obligación de aclarar ciertas cosas. Para empezar, nuestros compañeros de piso no son majísimos. Taela es bastante agradable, aunque tiene sus cosas, pero los gavachos son unos putos franceses retrasados. Miento. Uno de ellos es buen chico, pero se resguarda en el otro y se contagia de su severa estupidez. No entienden que no es normal poner música o una película a todo volumen a altas horas de la madrugada, no entienden que coger sistemáticamente todo lo que no es tuyo es robar y no son capaces de dar la cara cuando hacen algo mal, simplemente mienten.

Más cosas que aclarar. Cardiff está bien. Es una ciudad agradable, en la que se pueden hacer bastantes cosas y tiene muchas posibilidades para pasártelo bien. Ahora, no recomiendo a nadie salir por aquí un sábado. Es el día en el que llegan las chicas de pueblo y les da por vacilar a todo el que se le pone por delante, especialmente si eres extranjero. Te puedes ganar una paliza si les dices algo, porque no les cuesta nada ir a donde una pandilla de tíos y decirles que les has tocado el culo o cualquier otra cosa, con tal que te den un escarmiento (conocemos gente a la que le ha pasado).

Ahora bien, eso es sólo los sábados. El resto de los días te topas con gente majísima, chicas que van con muy poca ropa y borrachos que se hacen tus mejores amigos en cinco segundos. ¿Y a qué se debe este comportamiento tan amistoso? Probablemente tenga algo que ver con el hecho de que los británicos, en general, son bastante retrasados. Quizás quede bastante indecoroso utilizar esta palabra, pero la única otra que les haría justicia es “limitados” y es prácticamente lo mismo.

Pues sí, basta pasar unas cuantas horas en una universidad británica para darte cuenta de que, pese a que normalmente el sistema de educación español sea considerado indeficiente, le da mil vueltas al de la pérfida Albion. Aquí los chavales llegan a la universidad sin tener ni idea de nada, ni una mínima cultura general, más allá de las cuatro chorradas que saben de su país. Para más inri, cuando llegan a la supuesta cuna del saber, les apremian por dar su opinión sobre cualquier tema, cuando no saben nada de nada. Sí, así es, las clases en Gran Bretaña se basan en dar tu opinión sobre temas de los que no tienes ni idea y luego irte para casa. Así se entiende que los británicos piensen que saben de todo cuando, en realidad, no tienen ni puta idea.

Bien, seguimos. Parece mentira comprobar cómo en uno de los países más respetados (en todos los sentidos) de Europa cualquiera puede ser profesor de universidad. En serio. Nos hemos encontrado con los personajes más pintorescos. Desde auténticos ignorantes a personas que tienen cierta idea en una materia muy concreta pero que no saben nada de ninguna otra (pasando por gente que por no saber no sabe ni cuándo tiene que ir a clase o dónde guarda sus notas). No exagero. Algunos buenos los hay, pero cualquiera puede ser profesor en Gran Bretaña. Sólo tiene que tener un poco de labia para que parezca que posee ciertos conocimientos. Los alumnos se quedarán con la boca abierta.

Puede que todo esto parezca un poco exagerado. Juro que no lo es. Más pruebas: en ocho meses que llevamos aquí, no hemos dedicado más de un día a trabajos que se supone que deberíamos hacer durante varias semanas y después de leer varios libros sobre la materia. Bien, pues en todos esos trabajos hemos sacado más nota que los otros alumnos. Y no es por que seamos Erasmus y nos lo pongan más fácil. ¡Es que realmente eran mejores! Es impresionante ver los trabajos o las presentaciones de los alumnos locales (salvo las que están hechas por gente de los últimos cursos). Parecen hechas por niños de siete años. Y, lógicamente, luego llega un alemán, un belga, un español o quien sea y los profesores se quedan anonadados. Claro que siempre está el típico profesor que no soporta que los extranjeros saquen más nota que los locales y te califica por debajo aunque no lo merezcas.

Bien. Creo que ya me he desahogado del todo. Ahora he de decir que, amén de todo lo citado en las líneas superiores, esto es el paraíso. ¿Y cómo no va a serlo? Pasar un año en el extranjero, conocer a un montón de gente adorable, no pegar un palo al agua, asistir a clase lo justo, pasarte el día de fiesta o en actividades de ocio, visitar lugares preciosos y, además, tener tiempo para aprender a tocar la guitarra. No se puede pedir más. Realmente recomiendo la experiencia Erasmus. Es algo inolvidable. Lástima que nos haya vuelto tan vagos como para no escribir asiduamente nuestras peripecias en el blog. Quién sabe. Tal vez un día nos dé por contarlas todas. O casi todas.

Besos y abrazos,

Ales